Una enseñanza adquirida de la epidemia de VIH es que no puede esperarse que pese a que las personas conozcan los modos de transmisión del VIH cambien su “comportamiento más íntimo” para protegerse a sí mismas y a los demás del VIH; del mismo modo, tampoco podemos esperar que las personas que viven con el VIH sean tratadas con dignidad, compasión o respeto. El mejor modo de capacitar a las personas para hacer frente al VIH y al SIDA es proteger sus derechos humanos, es decir, derechos: civiles, económicos, políticos, sociales y culturales. A su vez, el mejor modo de asegurar la observancia de estos derechos es que las personas los reclamen a través de reivindicaciones concretas, que promuevan en sus países y comunidades el cumplimiento de los mismos o, en caso necesario, que recurran a los tribunales. En este documento se presentan ejemplos en los que diversas personas – desde las que viven con el VIH hasta activistas o reclusos- han reivindicado el reconocimiento y la observancia de los derechos relativos al VIH en los tribunales nacionales de justicia; gracias a este tipo de causas prosperas en algunos países, ya no se tolera la discriminación hacia las personas que viven con el VIH en el trabajo o en el ejército; asimismo, se ha reconocido que los presos, igual que cualquier otro ciudadano, tienen derecho a la prevención, el tratamiento y el apoyo relativos al VIH.